El señor Callaham McKenzie, de porte alto, que no altanero, ha, fugaz y perspicazmente, descubierto los datos insospechados e inocentes que revelan, una vez más, el hecho de que un energúmeno no identificado al que él sí identifica, provoque salivaciones extremas a un reducido grupo de piltrafillas sin escrúpulos. Resumiendo: se ha enterado de lo de Chico Monín, al que a partir de ahora conoceremos como Chuck. Pero como soy un hacha de la mentira, probablemente ni se haya dado cuenta (muahahahahahaha).
Después de biología, recreo. Velocirraptor me escondió mi manzana, así que le obligué a que me invitase a un pincho, lo cual él aceptó abiertamente. Debido al granizo, fuimos a la cafetería del instituto. Me comí medio pincho de pollo mientras pensaba en mi querida manzana, la pobrecilla ahí sola. Me sentí culpable, así que quise convidar a Velocirraptor a una Coca-Cola, pero mi dinero estaba en clase, y aunque se me da bastante bien lo de robar, no quiero ir a la cárcel. Así que subimos a clase, y entonces encontré mi manzana en el cajón de Hugo. Bajamos otra vez, porque, afortunadamente, había dejado de llover y de granizar. Fuimos al cívico, con la suerte que, en el paso de cebra, empezó a oler a castaña quemada. Alguien la dejó en el fuego demasiado tiempo. Aprovechándome de la situación, gracias a mi listura, mi plan obtuvo los resultados esperados. La Castaña está terriblemente celosa y yo estoy terriblemente contenta, ¡ñejñejñejñej!
Y bueno, no hay mucho más que sea digno de mención. Hice un examen de filosofía de seis caras, ¡SEIS CARAS! a mi tamaño de letra, lo cual son muuuuuuuuuchas cosas.
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