Quiero escribir un corto, así que proseguiré con la historia de ayer, aunque probablemente me decida por la de las gabardinas, los sombreros de ala ancha, la oscuridad y el asesinato. Aún no sé por qué decantarme.
Nicolás miró su reloj. No sabía si llegaba pronto o tarde, porque no tenía claro a qué hora exactamente sucedería. Por el momento, nada. Decidió doblar la esquina y tomar la calle desde un poco antes, así tendría más tiempo para prepararse. Bajó la calle. Estaba nervioso, muy nervioso. Aunque se prometió a sí mismo que jamás lo volvería a hacer, no podía resistir la tentación. El premio era demasiado suculento. Cambió de canción. El momento se acercaba. Le temblaban las rodillas. Giró la calle y ahí estaba. Se acercaba. Demasiado. Se puso nervioso. Decidió fingir el encuentro y girar en la primera calle. Cambió de canción otra vez. Bryn, de Vampire Weekend. Deseó que el semáforo no se pusiera en verde. Y lo hizo. Fingió no darse cuenta. Estaba justo detrás de él. Cruzó, y entró en el café más cercano. Un croissant y un capuccino. Aunque eran las cinco y media de la tarde, le apetecía desayunar. Aunque hacía frío, estaba colorado. Y alterado.Tan alterado que se le cayó la taza sobre la trenca. Quemaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario