martes, 29 de noviembre de 2011

Old couple

I was right when I said that we are like an old couple. The funny part is that I can't remember the times when we used to go out together, when we made love for the first time, when I introduced you to my parents, when we travelled abroad for the first time, when we moved to our first rented house, when we killed our first fish, when we had our first quarrel, when we got married, when we bought our flat, when we got our first dog, when we had our first baby, when we had our second one,when we moved to a house in the suburbs, when we hosted the first Christmas as a big family, when we had our second fight, when we almost got divorced, when you got promoted, when we sort our problems out, when we had our third child, when we taught our kids how to ride a bicycle, when our kids went to high school, when our kids argued with us because they wanted to come home later, when they went to college, when they left us and moved with their girlfriends, and that's all. Now we do things together, we work on our garden together, we have tea together, we read the news together, we chat about our lifes and we feed our cats. Now we look like an old couple. 

jueves, 24 de noviembre de 2011

This is what happened in my piano lesson.

My regular routine was suddenly interrupted when I surprisingly performed awfully bad at my piano lesson. This hadn't happened before, at least that bad -excluding last week, when I had had a huge cup of coffee that made me shiver and shake as if I was playing in front of a ghost-, for a couple of years, I mean, now I get on much better with my teacher, we even laugh -I haven't got to the point of asking her how's it going- but at least I try. And it really went on quite well, last year I got a six out of ten in my final grade. But today, I don't know what happened, I had been playing quite bad for a couple of weeks, but I thought that it was because of my exams and the fact that I slept quite less than usual, but it doesn't seem to be the reason. My piano teacher told me that I study, but not correctly, I have to play things by parts and slower and first one hand and then the other and I hate doing that because it's very boring and makes me waste a lot of time. I hate it. But I dont't want to fail, so I'll have to work harder. I missed the time when I got out of the class with my tears in my eyes and a sense of desperation that no one could remedy. But it's back again. And the worst part is that after the talk I didn't have the guts to sell her a box of Christmas pastries. I'm a coward. I have to study more. And I hate studying. The optimistic part is that tomorrow we are going to the cinema to see a film in English called Go for it, then I’ll go shopping ‘cause it’s Black Friday or something, and then I’ll go to acting lessons -I’m such an artist- and then to a concert. 


If I could do just one near perfect thing I’d be happy.
 Belle & Sebastian.

martes, 22 de noviembre de 2011

Not on your guest-list.

Have I really stood under the rain, waiting for you -or for the bus- for so long, and it didn't come, and I felt so dissapointed because I thought I was in the wrong bus stop, but I wasn't, it was just the bus, that didn't come. And this is obviously a metaphore, because, although I waited for the bus under the rain today, mummy came to pick me up. But nobody's gonna come and pick me up in my life. I'm never gonna get out of this crap, this routine. I want to be saved. You have got to save me. It's our fate. But you can call it Italy if you want to -A room with a view-. But it seems like I am not on your guest list. I am not part of your destiny. I am not part of you. I thought I was, but I guess I was wrong. Wrong again. Always wrong. Like in that maths exam. Wrong. But I like you more and more each time I see you. I know the place, I've been here before, it's always the same thing, up and down, right and left, but I'm never in the middle, in the middle of the play. Of your play. And I hate this. For once, I'm talking from my heart, always using metaphores, because if I didn't use them, it would be too easy. I have so many goals in my life, but it seems like yours is becoming harder and harder. And I don't like it. So now, just leave, ok?


domingo, 20 de noviembre de 2011

En Saturno

En tu planeta no se puede hablar de nada
todo es tan conservador que ponen mala cara
cuando me acerco yo como un meteorito
te atrapo y te llevo a mi planeta favorito


Recuerdo todo lo que tú me dijiste ayer
cuando bailábamos juntos
en Saturno
cuando bailábamos juntos
en Saturno con los pies desnudos


Y no podrás negar que lo pasaste bien
saltabas sin parar sobre tus desnudos pies
y no te atreves, y no te atreves a confesarlo, nena me quieres
recuerdo todo lo que tú me dijiste ayer
cuando bailábamos juntos
en Saturno
cuando bailábamos juntos
en saturno con los pies desnudos, desnudos, desnudos


Recuerdo todo lo que tu me dijiste ayer
cuando bailábamos
recuerdo todo lo que tu me dijiste ayer
cuando bailábamos
recuerdo todo lo que tu me dijiste ayer
cuando bailábamos juntos, en Saturno, cuando bailábamos juntos en Saturno, en Saturno, en Saturno, desnudos, desnudos







Supongo que esto resume el día de ayer.





sábado, 19 de noviembre de 2011

On the road


Fuimos a Nueva York –olvidé lo que pasó, excepto que eran dos chicas de color− pero las chicas no estaban; se suponía que íbamos a encontrarnos con ellas para cenar y no aparecieron. Fuimos hasta el aparcamiento donde Dean tenía unas cuantas cosas que hacer –cambiarse de ropa en un cobertizo trasero y peinarse un poco ante un espejo roto, y cosas así− y a continuación nos las piramos. Y ésa fue la noche en que Dean conoció a Carlo Marx. Y cuando Dean conoció a Carlo Marx pasó algo tremendo. Eran dos mentes agudas y se adaptaron el uno al otro como el guante a la mano. Dos ojos penetrantes se miraron en dos ojos penetrantes: el tipo santo de mente resplandeciente, y el tipo melancólico y poético de mente sombría que es Carlo Marx. Desde ese momento vi muy poco a Dean, y me molestó un poco, además. Sus energías se habían encontrado; comparado con ellos yo era un retrasado mental, no conseguía seguirles. Todo el loco torbellino de todo lo que iba a pasar empezó entonces; aquel torbellino que mezclaría a todos mis amigos y a todo lo que quedaba de mi familia en una gran nube de polvo sobre la Noche Americana. Carlo le habló del viejo Bull Lee, de Elmer Hassel, de Jane: Lee estaba en Texas cultivando yerba, Hassel, en la cárcel de isla de Riker, Jane perdida por Times Square en una alucinación de benzedrina, con hijita en los brazos y terminando en Bellevue. Y Dean le habló a Carlo de gente desconocida del Oeste como Tommy Snark, el tiburón de pata de palo de los billares, tahúr y maricón sagrado. Le habló de Roy Johnson, del gran Ed Dunkel, de sus troncos de la niñez, sus amigos de la calle, de sus innumerables chicas y de las orgías y las películas pornográficas, de sus héroes, heroínas y aventuras. Corrían calle abajo juntos, entendiéndolo todo del modo en que lo hacían aquellos primeros días, y que más tarde sería más triste y perceptivo y tenue. Pero entonces bailaban por las calles como peonzas enloquecidas, y yo vacilaba tras ellos como he estado haciendo toda mi vida mientras sigo a la gente que me interesa, porque la única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas y entonces se ve estallar una luz azul y todo el mundo suelta un “¡Ahhh!”. ¿Cómo se llamaban estos jóvenes en la Alemania de Goethe? Se dedicaban exclusivamente a aprender a escribir, como le pasaba a Carlo, y lo primero que pasó era que Dean le atacaba con su enorme alma rebosando amor como únicamente es capaz de tener un convicto.


Jack Kerouac, On the road, 1951.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Almuerzo de remeros



Te lo pasabas bien. Charlabas. Reías. Decías ‘hola’ y ‘nos vemos luego’. Bailabas. Mirabas. Buscabas. Perdías el tiempo. Bebías. Cantabas. Entrabas y salías. Seguías el guión. Y te lo encontraste. La cosa sigue como siempre a pesar de lo que puedas pensar. Te falta tiempo para saltarte la dieta y darle un mordisco al dulce chocolate del plan fallido, para saltarte el guión e improvisar tus propias líneas. No importa, estás contenta. A pesar de que eso sea muy diferente a ser feliz. Sigues con tu rollo de ‘quién es la dura aquí’ y prefieres evadirte y mirar hacia otro lado, sabiendo que, aunque es tu especialidad, no suele funcionar, y sigues bailando, a pesar de detestar esa música. En realidad, estás contenta, y mucho. Hace calor, mucho calor. Sales de escena y le ves en los camerinos. No, a él no, a otro, otro de muchos. Está más guapo que la semana pasada, pero menos que cuando jugabais al escondite –literalmente-. Te giras, y el primero, al que por comodidad llamaremos Uno, ya no está. Quién sabe si se habrá subido al escenario o simplemente abandonado el teatro. Pero Dos sigue ahí. Lejos, muy lejos. Te sientes como la fille au verre d’eau. Aunque está en el centro del cuadro, o de la pista, o de la escena, no es, con mucho, el personaje principal; su mirada está ausente, pensando en alguien que no está comiendo liebres con setas, ni siquiera gofres con mermelada, como los niños. Estás tan ausente que miras al suelo, y encuentras dinero. No es la primera vez; hubo una época en la que podrías haberte hecho rica de tanto mirarte los zapatos. Pero hacía mucho tiempo que no pasaba. Necesitas aire otra vez, y ahí están Dos y Tres. Vuelves a entrar, vuelves a salir. Uno aparece en escena. Y también Cuatro. Ese sí que fue un buen amor de película. O de obra de teatro. Desde la primera línea del guión. Bueno, no, que la obra es muy larga. Te sientes estúpida porque hubo un tiempo en el que él también te quiso, pero no supiste aprovecharlo. Hace un mes podrías haber conseguido un masivo éxito de taquilla. A pesar de haber escrito madera pa escenarios. Estás contenta de verle y de poder compartir instrucciones artísticas con él. Uno te invita a subir al palco y a verlo todo desde allí. Prefieres el patio de butacas, pero accedes, porque además sabes que Cuatro también está disfrutando de la representación desde arriba. A un lado del cuadrilátero, Lechuza Mascamuelas, con sus 34 toneladas de infantilidad, y al otro, Hombre/Lorza-Andante, el nombre lo dice todo. Y a pesar de eso, te sientes sola. Cuatro te encanta. Y Uno… Uno también. De tanto mirar a uno y al otro lado del ring, te mareas. El calor es insoportable. Te agobias. Necesitas bajar del palco y reunirte con el pueblo llano. Cuatro también se siente solo y se reúne contigo. Pero se va. Uno aparece y te abraza. La presión del público, el calor que desprenden las luces del escenario, el temor a no saberte tus líneas y la sensación de no pertenecer a esa representación, sino a una propia. Uno te cuenta una historia mientras ves a Cuatro alejarse. Estás ausente, pero escuchas igualmente. La cosa va así: a Mermelada le parece que hace buena pareja con Pan, pero éste prefiere estar con Mantequilla, con quien estaba antes de conocer a Mermelada. Mermelada y Mantequilla se repelen, y Pan tiene que estar con alguien, porque al fin y al cabo, ¿a quién le gusta desayunar pan solo? Mermelada siente que Pan sólo le hace caso para quitarle la grasilla que Mantequilla le ha dejado encima, y se suma en la más profunda miseria. Y se quiere volver al tarro de donde salió. Pero aún es pronto. Mermelada se despide de Pan secamente porque Árbol está mirando. Aún así, no tenía ganas de más. Vuelve al tarro y a pesar de acostarse con una sensación de malestar, sabe que sólo es pasajero, nada serio, nadie sabe lo que va a pasar mañana ni con qué se encontrará la futura Mermelada, pero antes de dormir escribe estas líneas adolescentes porque mañana ya no está inspirada. De emociones vive el hombre, o la mermelada, y las más creativas son también las más negativas. No hay arte sin emoción.



La versión explícita y libre de metáforas está en tumblr.