domingo, 13 de noviembre de 2011

Almuerzo de remeros



Te lo pasabas bien. Charlabas. Reías. Decías ‘hola’ y ‘nos vemos luego’. Bailabas. Mirabas. Buscabas. Perdías el tiempo. Bebías. Cantabas. Entrabas y salías. Seguías el guión. Y te lo encontraste. La cosa sigue como siempre a pesar de lo que puedas pensar. Te falta tiempo para saltarte la dieta y darle un mordisco al dulce chocolate del plan fallido, para saltarte el guión e improvisar tus propias líneas. No importa, estás contenta. A pesar de que eso sea muy diferente a ser feliz. Sigues con tu rollo de ‘quién es la dura aquí’ y prefieres evadirte y mirar hacia otro lado, sabiendo que, aunque es tu especialidad, no suele funcionar, y sigues bailando, a pesar de detestar esa música. En realidad, estás contenta, y mucho. Hace calor, mucho calor. Sales de escena y le ves en los camerinos. No, a él no, a otro, otro de muchos. Está más guapo que la semana pasada, pero menos que cuando jugabais al escondite –literalmente-. Te giras, y el primero, al que por comodidad llamaremos Uno, ya no está. Quién sabe si se habrá subido al escenario o simplemente abandonado el teatro. Pero Dos sigue ahí. Lejos, muy lejos. Te sientes como la fille au verre d’eau. Aunque está en el centro del cuadro, o de la pista, o de la escena, no es, con mucho, el personaje principal; su mirada está ausente, pensando en alguien que no está comiendo liebres con setas, ni siquiera gofres con mermelada, como los niños. Estás tan ausente que miras al suelo, y encuentras dinero. No es la primera vez; hubo una época en la que podrías haberte hecho rica de tanto mirarte los zapatos. Pero hacía mucho tiempo que no pasaba. Necesitas aire otra vez, y ahí están Dos y Tres. Vuelves a entrar, vuelves a salir. Uno aparece en escena. Y también Cuatro. Ese sí que fue un buen amor de película. O de obra de teatro. Desde la primera línea del guión. Bueno, no, que la obra es muy larga. Te sientes estúpida porque hubo un tiempo en el que él también te quiso, pero no supiste aprovecharlo. Hace un mes podrías haber conseguido un masivo éxito de taquilla. A pesar de haber escrito madera pa escenarios. Estás contenta de verle y de poder compartir instrucciones artísticas con él. Uno te invita a subir al palco y a verlo todo desde allí. Prefieres el patio de butacas, pero accedes, porque además sabes que Cuatro también está disfrutando de la representación desde arriba. A un lado del cuadrilátero, Lechuza Mascamuelas, con sus 34 toneladas de infantilidad, y al otro, Hombre/Lorza-Andante, el nombre lo dice todo. Y a pesar de eso, te sientes sola. Cuatro te encanta. Y Uno… Uno también. De tanto mirar a uno y al otro lado del ring, te mareas. El calor es insoportable. Te agobias. Necesitas bajar del palco y reunirte con el pueblo llano. Cuatro también se siente solo y se reúne contigo. Pero se va. Uno aparece y te abraza. La presión del público, el calor que desprenden las luces del escenario, el temor a no saberte tus líneas y la sensación de no pertenecer a esa representación, sino a una propia. Uno te cuenta una historia mientras ves a Cuatro alejarse. Estás ausente, pero escuchas igualmente. La cosa va así: a Mermelada le parece que hace buena pareja con Pan, pero éste prefiere estar con Mantequilla, con quien estaba antes de conocer a Mermelada. Mermelada y Mantequilla se repelen, y Pan tiene que estar con alguien, porque al fin y al cabo, ¿a quién le gusta desayunar pan solo? Mermelada siente que Pan sólo le hace caso para quitarle la grasilla que Mantequilla le ha dejado encima, y se suma en la más profunda miseria. Y se quiere volver al tarro de donde salió. Pero aún es pronto. Mermelada se despide de Pan secamente porque Árbol está mirando. Aún así, no tenía ganas de más. Vuelve al tarro y a pesar de acostarse con una sensación de malestar, sabe que sólo es pasajero, nada serio, nadie sabe lo que va a pasar mañana ni con qué se encontrará la futura Mermelada, pero antes de dormir escribe estas líneas adolescentes porque mañana ya no está inspirada. De emociones vive el hombre, o la mermelada, y las más creativas son también las más negativas. No hay arte sin emoción.



La versión explícita y libre de metáforas está en tumblr.

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