A parte de eso, hoy fuimos al cine Nerea, Preciosa, Elena y yo. Faltaba la pequeña María, pero la peli estaba chachi y eso, pero bueno, nada mencionable. ¡Ah, sí! La mamá de Nerea es majísima, se sabía mi nombre y todo, y quién era la reina de Cartago y un montón de cosas, me cae muy bien. Ahora tengo que ir a tocar el piano, porque desgraciadamente, tengo mañana examen con la nueva profesora, porque Pilar está de baja, y como no sabe ni como toco ni nada, espero deslumbrarla con mis grandiosas dotes pianísticas. Y creo que también tengo examen de análisis, pero bueno, como eso es algo que se puede copiar, no me lo miraré mucho.
El otro día soñé con el árbol-casa. Era una gran, gran tuya que teníamos en el colegio, en primaria. En total había cuatro. La primera era el árbol-casa, la segunda, el árbol pirata (tan frondoso que no servía para nada, así que lo llamamos pirata porque intentar entrar ahí era imposible. El segundo era el árbol iglesia, porque era alargado y delgado y las ramas eran muy finas y tampoco servía para nada. El último estaba al lado del árbol del algodón y era el árbol guardería. Tenía esquís y una moto/bici muy chula. Pero el mejor era el árbol-casa, sin duda. Tenía mirador, salón de belleza, dos habitaciones, baño, dos escaleras, un sofá-cama enorme, otro mirador con el que controlábamos quién entraba en el quiosco, una bicicleta estática y un sillón muy cómodo, además de un perchero que utilizábamos para colgarnos y gritar como Tarzán. Todo eso en un árbol. Con dos pisos, aunque Paula una vez llegó a escalar al cuarto. Cuando nos escapábamos de Elsa y de Begoña y nos infiltrábamos en el callejón que había detrás del edificio de preescolar, y luego corríamos hasta llegar al árbol casa y nos metíamos entre las ramas hasta que llegaba Elsa y decía: salid de ahí o llamaré a Loli bla bla bla bla! Pues hoy pasé por delante del cole desde hacía la tira de tiempo. Al árbol-casa le habían cortado el tronco grande, así que ya no tiene pisos ni nada. Lo echo tanto de menos... Quiero volver a ser una niña que corría por clase y no hacía nada por las tardes salvo ver Supereñe y Arthur, que eran mis dibujos favoritos, y los Rugrats, despertarme pronto los fines de semana para ver Pokemon, columpiarme en el columpio de casa -ahora no me entra el culo- y acariciar al perro de enfrente cuando salía de clase y llegaba en autobús que nos dejaba a mil kilómetros así que venía mi mamá con el Panda y nos cogía a todos y como no entrábamos pues nos metíamos en el maletero e íbamos con la puerta abierta por el pueblo y era divertido. No quiero envejecer. A lo que me recuerda que ayer fui a dormir a casa de mi abuelita Tati y no sé, me parece muy valiente la visión que tiene sobre la muerte, mientras todas sus vecinas están acongojadas con eso, mi abuela está incluso demasiado tranquila, me preocupa.
esta entrada simplemente me encanta.
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