domingo, 26 de diciembre de 2010

Extrañas coincidencias

Ayer fue un día extrañamente extraño. Quedamos a las siete en la gorda, pero hasta las ocho no nos movimos de allí -qué raro- y vi a alguien que me recordó a Faba un montón, incluso llegué a pensar que era él y todo, porque se parecía muchísimo. Subimos al badu y eso, nada digno de mención, bueno, Elena casi tiene que quitarse los pantalones, yo me quedé en los zapatos. Luego fuimos hasta el studio pero Ari y Roge y etc se quedaron en la misión para jugar al futbolín. Pues bien. Aquí es cuando comienza lo interesante. Estábamos allí y nada, yo quería ir al salsi para ver quién había, pero justo cuando sonaba la canción esa de Amaral Marta, Sebas, Guille y los demás, y bailábamos al ritmo de la música, y cuando iba por la parte de Aguirre toca la guitarra en la 304, un gato rebelde que anda medio enamorado de la señorita rock 'n' roll, aunque no lo ha confesado eso lo sé yo nos señalábamos porque Aguirre se parece a Guille y bueno, en fin, lo de la guitarra es mucha coincidencia. Entonces fue como, para mi asombro, veo entrar a un elegante caballero con un abrigo largo negro -no, no era Chuck- con una pelambrera deslumbrante, y detrás de él, a la maravillosa Faba de mis sueños, fue como una visión extraña pero real y entonces se me quedaron los pies pegados al suelo y me pareció una eternidad el tiempo que tardé en despegarlos, avanzar dos pasos y decir hola. La cagué unas cien mil millones de veces, contestando cosas que madre mía, eran para echar a correr y no parar. Que si no era Jesús pero casi, que si tenía los ojos brillantes, que si un muchachote como Erik era un peligro sin novia por el que todas las chicas nos pelearíamos... Entonces ya lo siguieron un montón de meteduras de pata constantes y al final me retiré y dije: hasta luego. Luego fuimos al salsi y luego me fui a cenar con mi familia a un restaurante que queda en casa su madre y tenía pensado volver a salir luego pero mi abuelo es un chapas que siempre cuenta las mismas historias de cuando era joven y claro, la cosa se alargó, tenía que comer el postre y que me diesen los regalos así que no me dio tiempo, pero bueno, nada, otra vez será. Después de las casualidades esas, que claro, luego Faba me mandó un mensaje cuando yo estaba a punto de sobar, y me hizo gracia pero me dio tanta vergüenza... como aquella vez que me iba a dar dos besos y yo alargué el brazo en su cara para señalarle que dónde quedaba el rosal. Qué triste, señor. Además yo iba vestida de marinera, porque era carnaval.

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