Tengo un montón de cosas que hacer esta semana, como montar el corto que grabamos ayer en mi casa Amada, Elena, Logá y Camil, ponerle los subtítulos, hacer el trabajo de biología sobre los bulbos, estudiar lengua, mates, cmc, hacer chuletas de mates, tocar el piano, la guitarra si me da tiempo, analizar la Danse des petites cygnes de Tchaikovsky para análisis, mirar sus demasiado-difíciles-para-que-sepa-cuáles-son grados, estudiar acompañamiento, y yo qué sé qué porrada de cosas más. Tengo que llamar a Amanda, leer lo de Vacas, cerdos, guerras y brujas para filosofía, y un largo etcétera de textos y artículos. Así que por último, quiero decir que ayer pasé un día estupendo, que Serafín es muy majo a pesar de que nunca lo leerá porque nunca se preocupa por mi blog, que el francés se parecía demasiado a Luke Pritchard y a ese tío que hay por el conservatorio que es una mezcla de Xuan y Manu, y que me regaló un billete de autobús o tren o algo así de La Rochelle (?) y que no sé, que todo ha vuelto a su orden natural porque Manuel se cortó el pelo y es una castaña again.
domingo, 20 de marzo de 2011
Hoy fui a comer con mis tíos, mi primito, mi abuelo y lo más importante, su nueva novia. La conocía toda mi familia menos yo, y no sé, me dio muy buena impresión. Es mucho menos presuntuosa y presumida y vieja que la anterior. Y muchísimo más guapa. Y más amable. Y menos egocéntrica. Hablaba bastante de sus muchos viajes, y no escuchaba cuando mi papá contaba sus cosas, pero bueno. A mi hermana y a mí nos regaló un par de pendientes a cada una. De Tous. Le di las gracias a pesar de que odio Tous por encima de todo. Meca, y me acabo de dar cuenta de que no sé dónde está una pulsera de bolitas negras que tenía de Tous también. Ah, sí, se me rompió un día que estaba en casa de mi abuela. Bueno, da igual. Me pareció un bonito detalle y se lo agradecí, tampoco muy efusivamente, pero bueno. Después de ir a tomar algo, fuimos a comer, y había un montón de cosas y de tercero había cordero, y no sé por qué pero lo que vi en el plato me pareció normal, corté un trocito a la mitad y me lo metí en la boca, pero cuando vi la otra mitad, uf, pensé que moría. Mi lengua no estaba en contacto con otra cosa que con un trozo de riñón de cordero. Lo reconocí gracias a las lecciones de Mexía. La corteza, la médula, creía ver hasta la cápsula suprarrenal y el asa de Henle. Lo escupí de inmediato a pesar de ser un restaurante demasiado 'fino' para hacerlo. Y luego me eché a llorar, no sé por qué, pero probablemente de asco, y de risa, y mi plato parecía un circo con una cucaracha atropellada en el medio. Sabía asquerosamente asqueroso. Un riñón. Y seguía llorando, a lágrima viva, y me reía también, y el rímel azul me caía a chorro, y no exagero, por la cara. Me sequé con el pañuelo de papá, con el que me sonaba los mocos cuando era pequeña, porque mis mangas absorbían, pero no tanto. Fue horrible. Pero algo para recordar, también.
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