domingo, 1 de mayo de 2011
Ese concierto me ha cambiado la vida
Cuando el año pasado papá y yo fuimos a Lisboa al Super Bock Super Rock, recuerdo que estábamos sentados en el suelo lleno de hojitas de pino de esas que son como una V delante del escenario secundario porque habíamos llegado pronto y hasta una hora más tarde no empezaban los conciertos, y sonaba por unos altavoces enormes Bigger Boys and Stolen Sweethearts, la canción de The Last Shadow Puppets, la banda paralela de Alex Turner, y yo estaba muy, muy nerviosa. Llegó el momento de ir al escenario grande después de ver a una banda portuguesa algo regular para pasar a Tiago Bettencourt, un tipo lisboeta, apuesto, polifacético, que yo no conocía más que de oídas y que me pareció que tenía algo interesante y que mi papá dijo que era el nuevo Bob Dylan, tan poeta y peliloco como él, y a mí me pareció una gran verdad. Luego llegó Julián Casablancas y nada, se podría decir que es un gran actor, tirándose birras por encima y dando paseos por el escenario y por una plataforma enorme. Papá de repente se fue hacia atrás y yo me quedé con los de delante. Cuando acabó papá vino a ver si quería un sandwich o algo, pero con tanta emoción lo vomitaría. Después actuaron Hot Chip, y nada, muy bien, el tipo principal era exactamente igual que Woody Allen así que me imaginé a Woody tocando el teclado y dando saltos y me hizo mucha gracia. Papá volvió con la canción del sandwich pero decliné la oferta, al igual que la vez anterior. Y eso fue lo único que hablé con él hasta que después de Vampire Weekend, que por cierto, estuvieron asombrosos, nos fuimos a casa, aún en estado de shock completo, y la primera palabra que intercambiamos fue al cruzar el puente 25 de abril, el que es como el de San Francisco, y entonces fue cuando mi papá dijo esa frase: Este concierto me ha cambiado la vida. Y hoy íbamos en coche de vuelta a casa de haber comido con Tati, es decir, mi abuela, y papá dijo qué cosas le habían cambiado su vida a sus 46 años. El psicólogo de bachiller, que le aconsejó que estudiase arquitectura, su profesor de matemáticas, mamá, y por supuesto, el grandioso Super Bock Super Rock. Entonces pensé en qué me había cambiado la vida a mí. El SBSR no, porque aún tengo no muchos, sino que muchísimos festivales a los que ir en mi vida. Los Red Hot Chili Peppers sí, pero no ellos propiamente, si no que en sexto de primaria, cuando los descubr,í, pasé de escuchar basura a música celestial y entonces encontré muchísimas cosas nuevas y entonces fue cuando empecé a amar la música, que es para mí la base de todo, lo que genera el resto de las cosas, y sí, la música me cambió, algo que papá se sorprendió muchísimo de oír. Luego pensé en cuando me cambié de instituto. El Leopoldo estaba bien, pero no era mi sitio, y lo cierto es que estuve muy predispuesta a cambiarme, me daba lo mismo abandonar a mis amigos, hombre, pena me dio y eso, pero quería cambiarme, lo necesitaba. Y con la cosa de estudiar francés como primer idioma, me fui, y fue una de las decisiones más importantes de mis dieciséis años, pero no me arrepiento para nada, de hecho, al contrario, a saber qué habría sido de mí si siguiese ahí, en ese lugar. Cambié de zona, de gente, de costumbres, e incluso de amoríos, bueno, salvo uno -Alex Kapranos-. Me alegro. Y nada, a ver qué es lo próximo que me cambia la vida. Probablemente sea ese viaje por la ruta 66 en un viejo Cadillac del 64, o no sé, el interraíl o algo. Can't wait for it.
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