Esto es lo que pasa cuando sales de un jardín para meterte en otro, pensando que iba a ser más bonito, que las flores serían de distintos colores, que habría un lago enorme y profundo como el lago de los cisnes, de aguas cristalinas, que los mosquitos no te van a estar zumbando en la oreja cada poco. Entonces vas a ese jardín, y bueno, parece más decente que el anterior, al menos no hay arañas en cada esquina, los árboles no están huecos y los bancos no cojean. Pasas allí una temporada pensando que hiciste bien en cambiar de jardín, que el que anteriormente frecuentabas era un maldito fracaso. Estás bastante a gusto tumbada en la tumbona que hay entre el viejo manzano y el columpio, o trotando por el campo, escuchando a los pájaros cantar o mirando a los peces cómo te comen el dedo. Pero poco a poco te vas dando cuenta de que ni el lago era tan enorme y tan profundo como decía en el folleto, ni las flores eran distintas, el agua es de un color verde botella asqueroso, y no sólo hay mosquitos, si no que hasta abejas reina revolotean a tu alrededor. Pero lo peor es que en este jardín, en cuanto te giras para estar de cara al sol o para regar los narcisos que están creciendo junto a los tulipanes, sientes como una afilada hoja metálica se te clava entre pecho y espalda. Y entonces es cuando empiezas a echar de menos tu viejo jardín. El que sabía lo que querías en cada momento. El que dejaba crecer manzanas, peras o fresas según te apeteciera en el momento, el que tocaba tu melodía favorita mientras observabas la luz de la luna filtrarse entre las ramas del árbol que sujetaba aquel trozo de madera que utilizabas para sentarte.
Ayer me di cuenta de que el nuevo jardín no era tan bueno como parecía. Tampoco quería abandonarlo porque no sabía a dónde ir; el viejo jardín estaría probablemente destrozado después de que yo me fuera, no había nadie que regase las plantas ni que alimentase a los pájaros. Por eso no quise abandonarlo. Quizá podría hacer un trato entre el nuevo jardín y yo. No más puñaladas.
Pero esta tarde, mientras caminaba al nuevo jardín, como de costumbre, algo captó mi atención. Era el viejo jardín. ¿Me reclamaba? No lo sé. Pero me estoy planteando volver. El problema es que no recuerdo dónde estaba. Aún lo estoy buscando. Quién sabe si lo encontraré.
el texto es precioso peor sera una PUTA BROMA el contenido significativo que tiene!
ResponderEliminarpero si no sabes quién es el viejo jardín! el nuevo vale, pero el viejo no lo sabes así que calla
ResponderEliminar¿o quizás sí...?